Seguir la ciega marcha de Teseo,
por los pasillos del voraz olvido.
Robar la luz, igual que Prometeo,
para quitarle al cielo lo prohibido.
Cuerpo voraz, imagen del deseo,
sangre animal que lava lo perdido,
y al ensayar un último aleteo,
un sueño escapa en su corcel vencido.
El mosto oscuro invade nuestras venas,
y al contemplar la vid de nuestro canto,
se oyen las tristes risas de las hienas.
Y en el copón fatal de nuestras penas,
pensamos que se agota nuestro llanto.
Pero hay más laberintos y cadenas.
Hugo Celati (2004)
jueves, 12 de noviembre de 2009
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