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jueves, 19 de noviembre de 2009

EL SOLITARIO PLACER DE CIRCE

Cóncava la siesta untuosa de la tarde lleva
caireles que entronizan la brusca agitación de los dedos.
El sol en diáspora secreta reverbera silencios,
corpúsculos del habla,
palabras que se deshilaron en su juramento.
Ella solo sabe y la respiración animal,
el dulce gemir de la bestia empavonada
abre una canción en el surco de la tierra.
¡Ah numerosa humanidad que por allí procesiona y
se descabrita en septiembre sin ojos y
en prolijas mentiras de escritorio,
en llegadas y partidas sin numerar,
sin horarios, en la inútil voz que deja su mensaje!
¡Oh sexo de lo que nunca ha sido,
el sueño henchido entre maderas de oriente!
¡Oh licor extático que zumba en la vereda polvorienta,
en la luna disuelta que se bebe del
vaso sangrante y de las bocas multiplicadas!
¡Oh cortejo de novios viudos,
de un amor que solo dispensará puertas
para llaves ciegas!
¡Oh voces de tu ego plural,
de todas las que fuiste, de las que serás empecinada, de las que sos entre las grietas oscuras del desaire y en el cobijo amantísimo de tu espejo!
Antes de que caiga el sol,
cuando acabes de amarte en la sinuosa soledad elegida,
en el hechizo que nadie podrá romper pese a la sangre,
el horizonte quedará prendado de tu grito,
tu galope de pétalos bravíos
que ofrendarás a tu nombre, desde el alba hasta el crepúsculo
para contemplar sin emociones nuestra muerte
nuestro sueño derrumbado en las alcobas
de la orfandad.
Hugo Celati (2009)

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