El rojo hueco de tu vientre henchido,
sangra un perfume de fragancias suaves.
Y el cuerpo de tu voz es un rugido.
La cenagosa estela de los graves.
En una cuerda vibra el sol bruñido.
Y en otra escapa el llanto de las aves.
Madera noble la del viento herido,
ojos de luces, prodigiosas llaves.
Despierta el sueño del silencio inerte.
El paraíso gime y nos expulsa,
y el débil eco se agiganta, fuerte.
Es musical el rastro de la suerte,
porque la mano misteriosa pulsa,
el diapasón oscuro de la muerte.
Hugo Celati (2006)
jueves, 12 de noviembre de 2009
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