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miércoles, 25 de noviembre de 2009

LA FUNCIÓN MAYÚSCULA DEL ODIO

Versículo profano en tus mejillas
en tu hombro desnudo en
la celeste tristeza de tus ojos.
Pueblerina y agreste,
en tu silencio sellado,
tumba en la que nacen los
pájaros cautivos,
los tristes juegos de la siesta,
la sombra que teje dos silencios en
una sola voz.
Pobre tristeza de
campanarios y de tejas,
doseles abigarrados, telones de tragedia griega,
muertes en escolar formación
tropel y viento que
apuñala por la espalda
aquella inocencia
ahogándose en el agua afantasmada del estupro.
No vengas a estos juegos
niña impiadosa
ángel brutal de los renglones alineados
boca de vergel que lava su veneno en
la copa sagrada que sirvió
tu amante imposible,
tu sombra infinita que atesora horizontes
como cáscaras.
No acudas a la cita que tramaste en los ardides,
en el débil tallo de las horas,
en la cruz que esconde la gruta viscosa de tu sexo.
Que el fuego dibuje la flama en los dolores,
en la eternidad que cae de tus palabras
inacordes,
como la ausencia de Dios en las Especies,
en el altar,
en el sagrario violado,
en mi pobre celda de recluso.
Tal vez el odio se conmueva
y me vista con la toga de los sabios
tal vez el odio

pueda tramarme en la vida
nuevamente
devolverme el nombre que perdí
el que vos te robaste ante mis ojos.
Tal vez el odio te devuelva a los orígenes
al alba inconsistente y le ofrezca a mi sangre una nueva espesura
un ser que se abra
desde el fondo sepulcral de lo nacido.
Hugo Celati (2009)

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