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domingo, 27 de diciembre de 2009

Cantan los mares en las alboradas
en el rosado ardor de las heridas.
Sones sombríos de silentes hadas,
torpe desdén que se deshoja en vidas.

Y duermen en la cruz de las baladas
notas de sangre ausentes y vencidas.
Nómina cruel, palabras anudadas,
de toscas ilusiones ya perdidas.

Las horas se violentan sin apuro
y en nuestros ojos vela algún guarismo
y el transcurrir es un diamante oscuro

Golpeando estéril como el agua al muro.
Y el despertar, es un fatal abismo.
Y el tiempo es el espejo de un conjuro.


Hugo Celati (2009)

miércoles, 9 de diciembre de 2009

CAVE CANEM

Y es cierto pues
no hay en su cabeza,
gigantesco orbe de dientes apretados,
un furor tan horroroso y homicida.
Tras las rejas no es él
quién se halla prisionero.
Sí, nosotros,
reunidos en un punto oscuro y umbilical
del pensamiento
por el
miedo,
con qué pavura de niños extraviados.
Él, en tanto ladra sus odios y
el pasillo, útero endemoniado, multiplica el tronar y
de la noche hace dos gargantas polifónicas,
que atraviesan las paredes y
nos buscan con celo prodigioso.
¿Quién se atreverá a desafiarlo?
¿Quién abrirá la puerta clausurada y
saltará a la calle,
a la búsqueda azarosa,
a la incierta pulsión del asombro?
¿Quién tomará el ciego sendero del abismo,
se plantará ante el cuerpo erguido y erizado de la bestia
y acertará su nombre en el primer disparo del habla?
Hugo Celati (2009)
Lustral, el lomo evangélico se asoma por los anaqueles.
Las llamas de mi asombro no lo corrompen.
El afán por tanta vuelta y
el vino que se guarda en la conciencia del
dolor apenas si cuentan en la historia.
Los hombres no nacidos de mi ademán,
las caricias que prohijé pero no
tuvieron destinatario,
los labios sellados del sepulcro,
la voz adormecida que negó mi presencia
en este mundo,
la vieja solitaria que
apostrofa desde los capiteles,
son las sombras que vio Platón o quizás
el absurdo nombre de la realidad,
la verdad que se choca contra el muro social de
mi tristeza.
Hugo Celati (2009)
Quebranto en líneas sucesivas.
Puede el azar traer ante la
vista incrédula un desdichado puñal,
el candil que a oscuras nos conmueve,
el libro sin páginas escritas y
la orfandad del tiempo.
En verdad nada ha existido,
ni siquiera nosotros,
los niños que jugaron y
se escondieron,
los viejos soldados de terracota y
la muralla china,
el sacro imperio romano de occidente,
roncesvalles,
la tarde contrita en que murió el nazareno.
Los espejos suelen sucederse ante
los ojos atónitos,
y tal vez lo único que hallemos al
volver la vista sea la marca que
no dejamos,
el grito que nadie escuchó,
la nota que se disolvió en
el viento de la noche.
No somos,
no fuimos,
no seremos.
Quebranto en puntos discontinuos
Hugo Celati (2009)